La serie de pinturas dedicadas a Perú son un viaje sentimental al país de origen de la artista, a los recuerdos e imágenes de la infancia, a los paisajes que marcaron su carácter vitalista, a las calles estrechas y tortuosas de las ciudades coloniales y a la pervivencia de la devoción popular que se materializa con la representación de catedrales, de templos y de oratorios interpretados de manera atrevida, enérgica y con vivos colores. Como es habitual en la obra de Isabelle de Kergal, su paleta se compone de colores saturados, brillantes que representan un país vitalista, luminoso, lleno de contrastes y de optimismo.
La artista utiliza el acrílico y el óleo como una forma de dialogar entre el modelo del cuadro y el fondo, descomponiendo la imagen con manchas estructuradas y dinámicas, que en algunos casos acercan la representación a un primer estadio de abstracción. El color en la obra de Isabelle de Kergal vehicula la parte emocional e íntima de los recuerdos que tiene la artista del país andino para mostrarse en una serie de pinturas coloristas llenas de sugerencias formales.
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